English translation follows
Este año, la 65 Comisión de la ONU sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW) decidió poner como tema principal la participación de las mujeres en la vida pública y cómo la igualdad para tomar decisiones tiene un vínculo directo con el desarrollo.
Como espacio de reivindicación de los derechos de las mujeres, la CSW es fundamental para debatir, incidir, provocar cambios y crear espacios que sean favorables para alcanzar la igualdad de género en diversas formas de participación efectiva de las mujeres: Política, social, religiosa, entre otras.
Por lo que, en esta reunión anual, diversas organizaciones, movimientos, corrientes de pensamiento, gobiernos, protagonistas de espacios y palestras diferentes participan activamente para colocar en la agenda sus temáticas de interés para lograr, o para no lograr, la equidad de derechos a favor de las mujeres.
Las organizaciones basadas en la fe y las iglesias son, sin duda, actores de gran valía en este encuentro y su participación para generar mejoras en la vida de las mujeres es valiosa porque en las comunidades son referentes de participación y promotores del respeto a los derechos, voces que condenan la violencia basada en género y promueven su superación.
En este contexto, la delegación de ACT Alianza ante la CSW tiene la misión de llevar la voz de todas aquellas que no pueden participar y representarlas. Lograr este propósito desde la virtualidad ha sido un escollo, más no un imposible pues el compromiso y el deseo de generar cambios ha prevalecido y permitido que estemos presentes en este encuentro.
Como mujer, parte de esta delegación, en representación de la Comunidad de Práctica Justicia de Género de América Latina y el Caribe, me he cuestionado sobre mi responsabilidad para impulsar una comprensión efectiva de la importancia de la CSW desde el espacio donde me muevo y participo, crear sinergias que contribuyan a que lo ganado hasta ahora en derechos para todas no retroceda.
Al inicio, pensé que lo que puedo hacer es tan pequeño que no incidiría en nada. No obstante, al reflexionar, entendí que sí puedo provocar cambios, aunque sean mínimos, porque si mis esfuerzos se suman a otros, se hacen más grandes y es ahí donde se fortalecen y se vuelven voz que grita tan alto que es imposible no oírla porque ya no es una sola, sino muchas que amplifican el grito que pide igualdad de derechos para todas las personas.
Porque es cuando hay retrocesos en lo ganado para el goce pleno de derechos de nosotras es cuando más hay que comprometerse. ¿Cómo se hace en la práctica? Con pocos pasos, que a lo mejor no son los más sencillos: El primero, formándonos sobre la importancia de estos espacios, instalando conocimientos y empoderando a las mujeres de nuestras comunidades, de nuestras iglesias y organizaciones para que a nuestra lucha, se sume la de ellas, consciente, clara y fuerte, que ni la pandemia, ni las voces disonantes nos detengan o boicoteen.
El segundo es tomando protagonismo y expresar nuestras posturas sin temor, con convicción de que solo cuando haya igualdad para todas las personas, que cuando las mujeres se empoderen y se sientan seguras en cualquier lugar, cuando sepan que son dueñas de sus cuerpos, de sus voces, de sus pensamientos, de sus deseos, solo entonces, habrá justicia.
El tercero, juntando, como si fueran hilos de colores, nuestros sueños, ideales y luchas, para que (Acá parafraseo a la teóloga Luzmila Quezada, del Perú) tejamos entre todas y todos, una frazada que nos cobije del frio de la violencia, del irrespeto, de la exclusión, de la misoginia, de la desigualdad, nos arrope con derechos, participación efectiva, una agenda común que nos permita avanzar a mujeres y hombres, creados diferentes pero iguales en derechos.
Zoraya Urbina
Vice Moderadora de la Comunidad de Práctica de Justicia de Género de América Latina y el Caribe/ Punto focal de Género/Oficial regional de Incidencia del Programa Centroamérica de la Federación Luterana Mundial
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A blanket that shelters us equally
This year, the 65th UN Commission on the Status of Women (CSW) decided to put women’s participation in public life and how equality in decision-making has a direct link with development as its main theme. As a space for the vindication of women’s rights, the CSW is fundamental to debate, influence, provoke changes and create spaces that are favourable to achieve gender equality in various forms of effective participation of women: political, social, religious, among others.
Therefore, in this annual meeting, various organizations, movements, thinkers, governments, protagonists of different spaces and forums actively participate to place on the agenda their topics of interest to achieve, or not to achieve, equal rights for women. Faith-based organizations and churches are, without a doubt, actors of great value in this meeting. Their participation in working to improve the lives of women is valuable because in their communities they can enable participation and be promoters of rights and be voices that both condemn and promote ways of overcoming gender-based violence.
In this context, the ACT Alliance delegation to the CSW has the mission of bringing the voice of all those who cannot participate and represent them. Achieving this purpose in digital spaces has been a stumbling block, but not an impossible one, since the commitment and desire to generate changes has prevailed and allowed us to be present at this meeting. As a woman, part of this delegation, representing the Gender Justice Community of Latin America and the Caribbean, I have questioned myself about my responsibility to promote an effective understanding of the importance of CSW from the space where I move and participate. To create synergies that contribute to what has been gained so far in achieving rights for all and ensure it does not go backwards.
At the beginning, I thought that what I can do is so small that it would not affect anything. However, when I reflected, I understood that I can cause changes, even if they are small, because if my efforts are added to others, they become greater and that is where they strengthen and become a voice that screams so loud that it is impossible not to hear it. It is no longer just one, but many that amplify the cry that calls for equal rights for all people.
When there are setbacks in what has been gained for the full enjoyment of our rights is when we have to commit the most. How is this done in practice? With a few steps, which may not be the simplest:
The first, by training ourselves on the importance of these spaces, installing knowledge and empowering the women of our communities, of our churches and organizations so that our struggle is joined by the of them, conscious, clear and strong, that neither the pandemic, nor the dissonant voices stop us or boycott us.
The second, is taking center stage and expressing our positions without fear, with the conviction that only when there is equality for all people, that when women are empowered and feel safe everywhere, when they know that they are masters of their bodies, of their voices, their thoughts, their desires, only then will there be justice.
The third, joining, as if they were colored threads, our dreams, ideals and struggles, so that (Here I paraphrase the theologian Luzmila Quezada, from Peru) we knit together a blanket that shelters us from the cold of violence, disrespect, exclusion, misogyny, inequality, we clothe us with rights, effective participation, a common agenda that allows us to advance women and men, created different but equal in rights.
Zoraya Urbina
Co-Chair of the Gender Justice Community of Practice of Latin America and the Caribbean /Gender Focal Point / Regional Advocacy Officer of the Central America Program of the Lutheran World Federation